Esencia y accidente en tiempos de bandos y banderas

Distinguir entre esencia y accidente es muy importante en nuestros días

El valor de los clásicos está en su carácter imperecedero. Se actualizan sin tener que mover un dedo mostrando su valía a pesar del paso del los años. La Metafísica de Aristóteles es uno de estos libros que maravilla por ser un compendio de ideas al que se puede recurrir siempre que las mismas se nublen un poco en nuestra cabeza o en nuestro contexto. Uno de los casos más recurrente tiene que ver con la confusión entre esencia y accidente. Este elemento, que nos lleva a conocidas falacias, se hace particularmente presente en tiempos de lucha por ganar la simpatía o el favor de eso que llaman mayoría.

En efecto, en tiempos de banderas es más que necesario acudir a revisar a los clásicos que nos ayudan a generar una mirada más sosegada. Sobre todo en temas tan delicados como este de esencia y accidente que requieren de una perspectiva crítica para no caer en la trampa de quien busca generar enemigos de carácter casi demoníaco. Hacer de algo accidental el centro del debate y el punto de apoyo para cualquier otra cosa es precisamente la estrategia falaz en tiempos como los que vivimos. La trampa es sencilla de explicar, pero lamentablemente no siempre tan sencilla de reconocer en un discurso en vivo. Sobre todo si las emociones han hecho ya lo suyo dificultando la serena reflexión.

Esencia y accidente en Aristóteles

Resulta necesario entonces revisar las definiciones que nos brinda el Estagirita para poder tener un camino claro para el pensamiento y la argumentación. El accidente, nos dice, es “aquello que se da en algo, y su enunciación es verdadera, pero no, desde luego, necesariamente ni la mayoría de las veces”. La claridad del filósofo no deja lugar a dudas. He aquí un pantalón negro. La afirmación puede ser verdadera en la medida en que tenemos delante efectivamente un pantalón y que se da que es de color negro. Pero estaremos completamente de acuerdo en que no puede decirse por ello que todos los pantalones son negros ni, por supuesto, que todas las cosas negras son necesariamente pantalones. Se ha dado el caso de que en este objeto que llamamos pantalón se da el accidente del color negro, “pero no se da por tratarse precisamente de esto o de este momento o de este lugar”.

La esencia es como un perchero donde se cuelgan los accidentes. - tuitéalo    

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Hay una segunda posibilidad para el accidente: “propiedades que pertenecen a cada cosa por sí misma sin formar parte de su entidad”. Para comprender mejor esto hay que atender a la noción de entidad. Sobre ello hagamos un par de notas. Por un lado, la entidad puede ser “lo que es causa inmanente del ser de aquellas cosas que no se predican de un sujeto”. Esto quiere decir que la entidad es justamente aquel núcleo sobre el cual se habla. Para decirlo de alguna manera, el perchero sobre el que vamos a colgar los accidentes. También puede decirse que se trata de la esencia en la medida en que “siendo algo determinado es también capaz de existencia separada”. ¿Puede el pantalón seguir siendo algo sin el negro? Sí. Por lo tanto, en este caso, el pantalón es la entidad, resulta más esencial que el accidente del color negro que puede estar o no estar sin alterar aquello de lo que hablamos.

Necesidad, esencia y accidente

Puede decirse mucho más sobre el tema para entrar en interesantes matices y conceptos que completan estas ideas. Por ahora será suficiente con comprender que esencia y accidente se encuentran en dos niveles ontológicos distintos. El primero, por decirlo así, es más sólido y estable que el segundo donde participa mucho más el azar. Esto nos lleva a ese elemento fundamental que es la necesidad. ¿Qué entendemos por tal cosa? Aristóteles nos dice: “aquello sin lo cual, por ser concausa, no se puede vivir”. Pensemos entonces en la respiración, por ejemplo. Lo necesario es aquello realmente indispensable e ineludible. En este sentido atendamos a otra de las definiciones que encontramos en la Metafísica: “lo que no puede ser de otro modo que como es”.

La necesidad y la esencia están cerca de lo inamovible.  - tuitéalo    

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Puede verse la conexión entre lo necesario y lo esencial. Ambas son dimensiones que están más del lado de lo estable, de lo que es de una manera y no puede ser de otra. Encontrar estos puntos de apoyo es fundamental para poder distinguir esencia y accidente. El segundo, como ya se intuye, resulta mucho más móvil. Puede estar o no estar sin cambiar realmente las cosas. De manera que cuando alguien afirme cosas como “todos los X son Y” hay que tener cuidado en que ninguno de los dos elementos caiga en el error de pasar por algo esencial cuando en realidad se trata de un mero accidente. Algo que aquí puede sonar bastante inofensivo, pero que en realidad es la fuente de discursos sumamente peligrosos.

Tiempos de bandos y banderas

Vivimos en un tiempo convulso. A esto se le añade la velocidad de vértigo a la que corre la información. Elemento que hace que el criterio de verdad sea reemplazado por el de velocidad. Ya no importa quién dice qué sino quién lo dice primero. La primicia es la nueva gran verdad. - tuitéalo     Ella se expande, se viraliza, y se vuelve incontenible. Se nos demanda de inmediato el tomar partido, opinar, hablar al respecto con la misma velocidad con la que se ha disparado la noticia. En ese mar de confusión, esencia y accidente se confunden con pasmosa facilidad. No hay tiempo de pensar, hay que opinar y pintarse la cara con el color elegido. Una vez hecho esto rectificar es complejo pues se ha puesto en juego la propia palabra.

Hay que ir contracorriente de los tiempos para no hacer esencial lo accidental. - tuitéalo    

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No todo el que es azul piensa de una manera, y no todo el que es rojo está de acuerdo con los ideales de un determinado movimiento social. Lo verdaderamente esencial es que somos seres humanos. El bando político y la bandera que nos ha visto nacer son accidentes, elementos frutos del azar y por tanto móviles. Empeñarse en hacer de los colores lo que define a la persona es una de las grandes falacias que tenemos que superar. Nací en México, pero no por eso me es esencial el tráfico de estupefacientes o la corrupción. Los tres elementos son accidentes en relación a lo que soy como persona y, por tanto, está en mi poder elegir, renegar y hasta combatir cualquiera de ellos. No hay causa o idea que no admita matices. Y si no los admite hay que estar seguros de que lo que defiende es realmente esencial y necesario. Para ello hay que valerse de la serena reflexión y nunca está de más una visita a Aristóteles y otros clásicos. En pocas palabras: hay que ir contracorriente para no empeñarse en convertir lo accidental en un falso ídolo esencial.

Carlos Girón

Eterno aprendiz de brujo. Compartiendo en este labloginto las inquietudes de un cuerpo que se cree espíritu y un espíritu que se pierde entre los pliegues de un cuerpo.

2 comentarios

  1. #Jerby @ratonbloguero   •  

    Carlos, se podría entender entonces que la posverdad es solo accidente.

    • Carlos Girón   •     Autor

      Mi querido ratón, la posverdad sería un mecanismo que quiere hacer pasar el accidente por sustancia. Esto no es nuevo, pero como le han puesto un nombre con el “pos” tan propio de esta pusmodernidad parece que mola más. Pero ya ves cómo nos va con el asunto. Por eso urge revalorar a los maestros del pensamiento. ¡Abrazo roedor!

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